Noches de pesadilla by AA. VV

Noches de pesadilla by AA. VV

autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


El invitado de Drácula

* * *

Bram Stoker

Al empezar el viaje, el sol brillaba intensamente sobre Munich y el aire tenía esa alegría plena de los comienzos del verano. Cuando estábamos a punto de partir, Herr Delbruck —el maître d’hotel del Quatre Saisons, donde yo me alojaba— bajó hasta el coche, sin ponerse el sombrero, y, luego de desearme buen viaje, se dirigió al cochero, con la mano en la manija de la puerta del vehículo.

—No olvide que debe regresar al anochecer. El cielo parece despejado, pero el aire frío del viento norte indica que puede haber una tormenta repentina. Aunque estoy seguro de que usted no se demorará —agregó, sonriendo—, porque sabe muy bien qué noche es hoy.

—Ja, mein Herr —respondió Johann, enfáticamente, y partió de inmediato, llevándose la mano al sombrero.

Cuando ya estuvimos lejos de la ciudad, le pedí que se detuviera y le pregunté:

—Dígame, Johann, ¿qué noche es hoy?

—Walpurgisnacht —me contestó lacónicamente, persignándose. Luego sacó su reloj, un objeto alemán antiguo, de plata, de unos veinte centímetros, y lo miró, juntando las cejas y encogiendo un poco los hombros, con cierta inquietud. Advertí que era un modo respetuoso de protestar contra esa demora innecesaria, y volví a sentarme en el asiento del coche haciéndole señas que siguiera camino. Partió de inmediato, como para recuperar el tiempo perdido. Cada tanto, los caballos parecían levantar la cabeza y olfatear el aire, con desconfianza. En esas ocasiones, yo miraba a mi alrededor, alarmado. La ruta estaba bastante desolada; atravesaba una especie de meseta elevada, expuesta al viento. Al avanzar, vi un camino que parecía poco transitado y daba la sensación de penetrar en un valle pequeño y sinuoso. Era tan tentador que, aun a riesgo de ofenderlo, le pedí a Johann que se detuviera. Y cuando obedeció, le dije que tenía ganas de bajar por allí. Puso todo tipo de excusas y con frecuencia se persignaba al hablar, cosa que de algún modo despertó mi curiosidad. Entonces le hice varias preguntas. Me respondió a la defensiva, mirando el reloj a cada rato en señal de protesta.

—Bien, Johann —le dije finalmente—. Yo quiero tomar ese camino. No le pido que venga a menos que desee hacerlo. Pero sólo dígame por qué se niega.

Como respuesta, pareció arrojarse del coche, por la rapidez con que llegó al suelo. Luego extendió las manos como para suplicarme que no fuera por allí. Hablaba un poco de inglés mezclado con alemán, lo suficiente como para que yo entendiera el sentido de sus palabras. Parecía siempre a punto de decirme algo, algo cuya sola idea evidentemente lo aterrorizaba. Pero después se detenía y exclamaba, persignándose: «¡Walpurgisnacht!».

Traté de razonar con él aunque era muy difícil hacerlo al no conocer su lengua. Obviamente, él estaba en ventaja, pues, aunque empezó a hablar en un inglés muy rudimentario y fragmentado, siempre se excitaba y seguía hablando en su lengua materna. Y cada vez que lo hacía, miraba el reloj. Luego, los caballos se inquietaron y olfatearon el aire. Él se puso



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